domingo, 17 de julio de 2011

Informe: el Perú el 28 de Julio del 2021

*Publicado en http://www.lasopa.pe/, único territorio libre de Indoamérica.

Alan García no solamente termina su tercer periodo como presidente, sino que además es el presidente que entrega al Perú al cumplimiento de sus doscientos años de vida. Es cierto, hemos madurado y hemos avanzado mucho, pero seguimos siendo un país joven y eso se nota en nuestras instituciones, ellas siguen siendo tan impúberes, débiles e indefensas, parecieran nunca lograr sacar cuerpo.


Y es que el panorama con el que entramos al inicio de nuestra tercera centuria, a pesar de los grandes avances en materia económica, sigue siendo, como lo ha sido a lo largo de los años que como nación tenemos, incierto.


Recordemos no más la llegada de García a su tercer mandato. Y es que tras el gobierno de Ollanta Humala, el Perú siguió siendo el mismo, el proyecto nacionalista en alianza con la autodenominada izquierda socialista o marxista peruana, fue como todo los proyectos de estos grupos, una gran estafa. No llegó nunca el cambio social, la redistribución terminó restringiéndose a una gran billetera estatal, aunque dejando grandes inyecciones de dinero donde estallaba algún conflicto social, lo que sólo generó mayor corrupción y empoderamiento a favor de pequeñas élites económicas regionales. Teniendo además, por encima de todo, la sensación de estar bajo el lenguaje de cuartel, muy característico del presidente nacionalista.


Ollanta nunca se acordó de Diez Canseco y compañía, prefirió al más puro estilo toledista hablar de la gobernabilidad para aliarse con otra gente. Los izquierdosos progres se acomodaron rápidamente en la burocracia estatal, tal como sucedió en el gobierno de Perú Posible en el 2001-2006 y en el transitorio que encabezó Paniagua el 2000, olvidándose así, de todos sus reclamos, por un plato de lentejas. Los chicos ex PUM (ex BM, ex BID, ex PNUD, ex FMI), se cansaron rápidamente de ser parte de la comidilla pública y jamás pudieron cumplir su promesa de poner a García tras las rejas.


Lo único que hicieron fue relanzarlo a la palestra nacional como jefe de la oposición, al defenderse éste de manera espectacular en el antejuicio que se le hizo en el parlamento nacional, en dónde desarmó todo tipo de acusación en su contra. Además, le dieron a García el motivo perfecto para empezar una depuración partidaria debido a los escándalos de corrupción encontrados, de los que García fue el único que siempre salió bien librado, perfilando así el APRA a su imagen y semejanza, para que sea nuevamente su maquinaria electoral.


La derecha siguió haciendo política desde sus medios de comunicación y sus sindicatos empresariales. Los militares intentaron amagar, pero Ollanta acomodó rápidamente a los oficiales de su promoción y les dio una jugosa chequera para reflotar a las Fuerzas Armadas y así cuidarnos del fantasma chileno, muy presente en los sueños mojados del ex comandante.


Así el campo quedó libre para elegir nuevamente al menos peor, como dicen los huachafos, en la segunda vuelta del 2016. Nuevamente Keiko Fujimori volvía a rozar la presidencia, pero esta vez, era el gran “cuco” García su oponente, y el que terminaría quemando nuevamente el sueño de volver a los fujimoristas. Cosas curiosas, muchos se volvieron a tapar la nariz para ir a votar y más chistoso aún fue ver cómo el grupo “No a Alan”, encargado de impedir que García volviese al poder nuevamente, terminó votando por Alan, con tal de no votar por Keiko.


El tercer gobierno de García empezó entonces como también empezó el segundo, sin luna de miel y con muchos anticuerpos. Pero esta vez García tenía la cancha libre, lo que quedaba de lo que alguna vez se llamó izquierda peruana era uno que otro dinosaurio barbón. Y ni qué decir de la derecha, que se alineó rápidamente para proteger sus intereses. Así García se dedicó a hacer lo que mejor sabe hacer, comunicar, convirtiéndose en el actor principal de la política peruana y en la mayoría de los casos en el único actor real capaz de solucionar problemas.


Y así comenzaron a correr los años de su gobierno, con un García más ágil, debido tal vez a la baja de peso que consiguió tras reducir su estómago antes de la campaña, y encima sin un rival al frente que lo pare. De este modo pasó a convertirse en una especie de abuelito de todos los peruanos, del que todo el mundo rajaba, pero que bien o mal siempre se hacía extrañar. Pero como todo buen abuelito, se olvidó también de muchas cosas, sobre todo, de las reformas que el Perú venía aguantando ya doscientos años. Prefiriendo así un gobierno engreidor en vez de transformador.


Al final de cuentas, la principal promesa de García estaba cumplida, había entrado en la historia. No solamente se convirtió en el presidente que más tiempo gobernó, sino que lo hizo democráticamente y no en periodos seguidos.


La otra gran promesa, no se cumplió, no se modernizó el Perú, no se incentivó el desarrollo de instituciones, mucho peor, el sueño presidencial de García destrozó la única institución política con la que contaba el país, pues del viejo partido de Haya de la Torre, sólo queda ya una pequeña fotografía de la cara de Haya de la Torre.

(Lo encuentras en: http://www.lasopa.pe/2011/07/informe-el-peru-el-28-de-julio-del-2021.html)

lunes, 11 de julio de 2011

¿Este es el Apra? ¡Qué les parece!

*Publicado en www.lasopa.pe, no lo leas.

Me despierto y me preparo para ir a la universidad, ya en la universidad, en medio de una clase, recuerdo una de las miles de historias que me suele contar mi padre sobre la epopéyica vida que tuvo mi abuelo y de como ésta lo llevo a morir tuberculoso en la cárcel. Ya en la tarde de regreso a mi casa, decido ir a conocer “eso” que hizo palpitar el corazón de miles de peruanos que, como mi abuelo y muchos abuelos más de la democracia, sacrificaron toda una vida tranquila en familia por otra llena de avatares y que en muchos casos culminó en una trágica y valerosa muerte.

Llego al local del APRA, en la famosa “Avenida de los Pañuelos Blancos” y al ver esa casona antigua con decenas de personas que dialogan y van de un lugar a otro, me entra una sensación extraña, como de nostalgia, pues las ya míticas historias escuchadas comienzan a asomar como si fueran parte de mi propio pasado. Pero a la vez tengo un sensación de expectativa y alegría, por fin voy a conocer “La Casa del Pueblo”, por fin entenderé a que hay detrás de tanto “loco apro”, como algunos los llaman.

Una vez dentro comienzo a buscar jóvenes que me puedan contagiar esas ganas de luchar por algo, en vez de vivir padeciéndolo. Busco, busco y hasta que por fin encuentro en una sala a un conjunto de jóvenes, y por la acalorada forma en que conversan pareciera que estuviesen en un debate ideológico, así que decido entrar.

Pero no entiendo lo que discuten, no escucho nada sobre las tesis antiimperialistas del Viejo, de las que tanto hablaba mi abuelo y de las que ahora me conversa mi padre; al parecer discuten por la elección de unos cargos. En eso comienzan los insultos e improperios, se dan pequeños amagos de bronca y termina intempestivamente la reunión.

Salgo de la sala en la que estaba y camino por lo que llaman “el Pasaje Arévalo” y vuelvo a ver varios grupos de jóvenes, pero entre estos grupos se atacan, sigo sin poder encontrar a alguien para conversar y decirle que quisiera ser como aquellos personajes míticos que se atrevieron a tomar Trujillo, con el único grito de “pan con libertad”.

Entonces decido regresar a mi casa y rumbo a ella pienso en esas tres horas que perdí en ir a lo que los “compañeros” llaman “La Casa del Pueblo”. Una vez en casa no puedo dejar de pensar en lo que vi. Ahora, qué le diré a mi padre cuando me pregunte por mi primera experiencia en el APRA, prefiero intentar distraerme con cualquier cosa, pero no puedo así que decido dormir. Tendido en cama no consigo dormir, no puedo dejar de pensar en lo que vi, y simultáneamente me vienen a la mente las historias de Alfredo Tello, de Barreto, será eso por lo que tantos sacrificaron tanto, será eso por lo que mi padre se quedó huérfano a temprana edad.

No lo entiendo, mi abuelo murió preso acaso por buscar un cargo dentro del APRA o por luchar por la justicia social. Espero que no sea así, espero que solo haya sido que fui en un mal día, espero por la memoria de cientos de abuelos de la democracia y por el Perú, que lo que vi no es el día a día del acontecer en el APRA y que la segunda vez que vaya todo será diferente y me den ganas ser como todos aquellos hombres que entendieron su vida, como una sacerdocio cívico dedicado a la justicia social.