La lucha por la justicia es tan antigua como la vida en sociedad, pues desde que los seres humanos tienen la necesidad de compartir su espacio con otros, surge también la necesidad de normar este entendimiento, al que entendemos como la convivencia.
Y lo que también encontramos en los inicios más primitivos de las religiones, antes que rendirle culto a un ser superior, es sobre todo, un primer intento para hacer de esta convivencia, una relación de respeto mutuo entre todos sus miembros.
Siendo así, es que encontramos a los hoy conocidos como profetas, como los encargados de esta búsqueda de la convivencia en armonía. Pero estos profetas no fueron futurólogos o adivinadores, fueron personas que se dedicaron a observar y a estudiar a la comunidad en que se desarrollaban, para así denunciar lo que se estaba haciendo bien o mal, y por tal, estar preparados para las consecuencias futuras de dichos actos.
Es por ello, que la vigencia de sus denuncias es muy relativa, y que dependen en todo caso, del tema que abarquen, pues fueron dadas en un espacio-tiempo distinto del que ahora se hacen sus lecturas. Es como que queramos argumentar o defender ideas que ya fueron superadas, puesto que sería un ejercicio forzado y sin mayor lógica argumentativa, que nos llevaría a una especie de aporía, pues no tendríamos como llegar a una solución ya encontrada.
Pero por otro lado, tenemos que dichos profetas, al observar y estudiar sociedades tan humanas como las actuales, supieron denunciar comportamientos comunes al ser humano a lo largo de su historia, y es deber de quien los lee, tener la suficiente sensibilidad y sensatez para saberlos interpretar según el tiempo en que se estén repitiendo, pues si bien siguen representando viejos vicios, lo hacen de formas distintas, tal vez antagónicas para su tiempo y sobre todo bajo otro código de valores.
Entonces, tenemos que rescatar de los profetas, su agudeza para convertirse en los primeros científicos sociales de la historia. Y por tal, tenemos que hacer un ejercicio similar al que ellos hicieron, si es que lo que realmente queremos es comprender su real magnitud, para no caer en lecturas necias que solo nos llevaran por el camino equivocado de volver a cometer los mismos errores denunciados por la historia.
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