Desde los tiempo más remotos, el olfato ha sido uno de los sentidos más importantes para la supervivencia humana, por lo que podríamos decir, que del olfato nace tal vez la raíz más primitiva de nuestra vida emocional. Esto gracias al lóbulo olfativo, el cual es el encargado de interpretar las aferencias sensoriales de las terminaciones nerviosas de los receptores estimulados por los olores.
Además, desde sus etapas más rudimentarias, el centro olfativo estuvo compuesto por capas de neuronas reunidas para analizar cada olor percibido. La primera de estas capas, es la que toma lo que se huele para separarlo por categorías como: comestible, peligroso, venenoso, sexualmente accesible, etc.
Y la segunda de estas capas, es la que envía los mensajes más reflexivos a todo el sistema nervioso, indicando así la manera en que habrá de reaccionar frente a ellos, como: huir, perseguir, morder, escupir, etc. Por ello, es que los olores llevan encriptados distintos mensajes, los cuales podrán ser interpretados, según el historial vivido individualmente, y según las sensaciones y emociones que nos evoquen de diversas experiencias pasadas.
Siendo así, podemos encontrar en el caso de los mamíferos un claro ejemplo de la importancia del olfato, pues la mayoría de animales de esta especie, cuenta con el olfato como única guía cuando llega a la vida, debido a que tarda un tiempo en adaptar su vista y oído a los nuevos estímulos de la vida diaria.
Esto hará que la seguridad y alimento que busque los primeros días de su vida, lo haga a través del olfato y, siendo las mamas donde encontrará cobijo y alimento para sobrevivir a los primeros días de contacto con el mundo exterior, es que desarrollará con ellas un fuerte vínculo, el cual se mantendrá igual de fuerte una vez acabada la etapa de lactancia, ya que por el resto de su vida le rememorarán siempre la sensación de cobijo y de manutención que le dio por medio en sus primeros días.
En el caso de los humanos, tendremos así, en el olor a teta, un olor crucial para el desarrollo de nuestra vida, pues el olor que de ellas emanan nos recordará y nos hará verlas siempre como fuente de vida. Así, siempre buscaremos encontrar en ellas ese olor que tenga la capacidad de hacernos sentir esa sensación de cobijo y alimento.
Situación que se repite de manera similar a la hora en que uno busca una pareja sentimental o sexual. Pues en el caso de establecer un vínculo sentimental, uno de manera tácita busca una persona con la cual sentirse seguro y cobijado, como cuando un recién nacido se cobija en los pechos de la madre.
De igual modo, dentro de los instintos animales que se despiertan con el acto sexual, uno busca, también de manera tácita, que la pareja con quien ensayará el acto reproductivo sea la pareja ideal para concebir una vida, que es la finalidad del acto sexual dentro del instinto de supervivencia de la especie. Por lo que el olor a teta, vuelve a ser fundamental, pues dependerá de las emociones y sentimientos que de los senos de la pareja puede uno sentir, y que harán que uno decida si son los ideales para cobijar a la nueva vida que se busca crear inconscientemente.
Así, será el encuentro de ese olor único, que nos guió en los primeros momentos de la vida, la clave fundamental en la elección de la pareja, pues tendrá que ser un olor que nos permita percibir el mismo tipo de sensación vital que percibimos en un inicio.
Al final, será el olor a teta el que decida en la elección de la pareja, pues se buscará de manera inconsciente y natural, encontrar aquel rico olor de pecho, que simbolizó nuestro primer refugio y contacto, por lo que no habrá lugar a sentirse atraído por unos pechos cuyo olor no nos haga rememorar dichas sensaciones, pues tiene que ser un olor especial, uno que nos guste porque mediante su gusto nos advierte de unos buenos pechos, como aquellos que nos hicieron ser.
(Lo encuentras en: http://sorocheyresaca.blogspot.com/2011/08/el-olor-teta-por-jaicec-espinoza.html)
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