Túpac Amaru II tuvo
un proyecto político muy distinto al que esperaban las masas indígenas, porque
si bien el gran rebelde era netamente un indio e incluso descendía de la
realeza inca, había recibido una educación privilegiada en un colegio regentado
por jesuitas y destinado a la formación de potenciales caciques. Lo que le dio
una visión muy distinta del pasado inca que la que tenía el indio común. A lo
que hay que sumar la influencia que tuvo en él la aparición en América de los
Comentarios Reales, los que al ser una novela casi utópica de lo que fue el
imperio de los incas, distaban mucho de la historia real del pasado de los
incas.
Así, el proyecto
del gran rebelde, fue sobre todo, el primer intento de un proyecto nacional,
muy ambicioso, el cual buscaba una nueva estructuración de la sociedad andina,
no sobre la bases de las débiles estructuras coloniales, sino sobre la base de
un nuevo concepto de sociedad, el cual no significaba volver al imperio inca,
sino que intentaba dar a la sociedad una nueva estructura que pudiese responder
a los nuevos actores con los que contaba y a las nuevas necesidades que se
habían presentado.
Por ello, podríamos
decir también, que fue el primer proyecto país del continente, que intentaba
sacudirse del domino español, para pasar a regirse por un nuevo gobierno,
moderno, que responda no solo a los intereses y necesidades indígenas, sino que
sobre todo, responda a todo el cuerpo de la sociedad, representada por
indígenas, criollos, mestizos y negros.
Recordemos pues,
que Túpac Amaru II era un convencido católico y que parte de su proyecto era
gobernar no solamente con la nobleza inca o con lo que quedaba de ella, sino
además gobernar con los sacerdotes católicos, pues entendió y sintió dicho
fenómeno religioso, como el símbolo necesario que necesitaba su proyecto de
país.
Paralelamente a
esto, la masa indígena veía en él, a la figura que los conduciría a derrotar a
los españoles para volver a imponer el gobierno inca, del que quedaba en el
imaginario popular el falso recuerdo de un gobierno sin problemas de hambrunas
ni de explotación; era pues, para la masa indígena, volver a un estado que solo
ellos imaginaban, producto de la tradición oral y no volver a lo que realmente
fue el estado de los incas.
Sin embargo, esta
expectativa indígena, es la que en un inicio le da la atropelladora fuerza que
tuvo el movimiento rebelde, pues se creía que el objetivo era invertir el orden
colonial, poniendo a los indígenas a la cabeza y a los españoles debajo de
ellos. Por ende, se desencadeno una violencia sin precedentes, no solo frente a
los españoles, sino frente a todo lo que no se le consideraba indígena, como
eran los sacerdotes, criollos y mestizos adinerados, y en algunos casos, hasta
ciertos indígenas que vestían similar a los españoles.
Siendo así, es que
el ejército rebelde comienza a sufrir rápidamente algunos problemas, pues de un
lado su líder intentaba conversar y aglutinar a criollos, mestizos y
sacerdotes, mientras que por otro lado, la masa indígena buscaba vengarse y
volver al pasado, con lo que se alejaba completamente del proyecto nacional de
construcción de país que tenía Túpac Amaru II.
“Cuando don Quijote se vio en la campiña rasa, libre y desembarazado de los requiebros de Altisidora, le pareció que estaba en su centro, y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asunto de las caballerías, y volviéndose a Sancho, le dijo:
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Miguel de Cervantes Saavedra: Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, Madrid, 1615, Capítulo LVIII
Mucho es lo que se ha escrito sobre el Quijote. Se le ha observado y estudiado desde todos los ángulos posibles, pero sobre todo, es el tiempo quien más pareciera haberse dedicado a contemplarlo, pues la vigencia que mantiene tantos años, pareciera tenerlo ya, como un lugar común en todas las generaciones que desde su aparición lo han podido tener entre sus manos.
Dicho lugar común a lo largo de tanto tiempo, sólo puede responder a un tema que ha sido desde los inicios de la vida en sociedad, el meollo de la búsqueda del hombre, el cual, es el de la libertad. Esta búsqueda del hombre, de poderse desarrollar en libertad frente a sus pares, pero sin afectarlos, aceptando que hay una libertad igual en cada ser que acepte vivir en grupo, es una búsqueda incansable por encontrar un modelo de libertad a seguir o dirigida a saber cuáles son los verdaderos límites de ésta.
Es entonces, cuando la misma libertad te permite elegir de manera libre, que encontramos el sentido que uno le puede dar al vivir, y en el Quijote, eso es algo que logra desarrollarse de una manera impresionante. Pues el personaje principal de la obra consigue abrir para sí un modelo de vida signado por la libertad, el cual desarrolla como una especie de manera de ser. Él mismo crea su propia novela sobre la libertad, y parte sobre Rocinante para asumirla.
Pero dicha historia, no es la aventura de un hombre que busca avanzar como hombre efectivamente libre. Es todo un desarrollo coherente, con su propio sistema de reglas, que le va indicando el camino a seguir. Es la propia libertad que tiene el hombre para decidir su estilo de vida y ponerlo en práctica, pero no de una manera desordenada, más bien con un conjunto de reglas que muchas veces restringe al mismo personaje, llegando a parecer ya no tan libre; sin embargo, dicha característica es el ingrediente principal, pues su devenir es una constante elección sobre cómo enfrentar su desarrollo, pero dicha elección es realmente una libre manera de elegir.
Además, el desenvolvimiento de dicho modelo de vida, como una propia novela que el autor desarrolla para su personaje, tiene la particularidad de darle a conocer, al resto de personajes que lo acompañan, que es una historia creada y que sólo existe en la cabeza del personaje principal. Por lo que el resto de personajes quedan también en plena libertad para escoger seguirlo o no. Y al parecer, la sinceridad con la que el protagonista les vende a sus vecinos su idea de vida, de libertad, y que estos aceptan adoptar y moldear a su propia medida, les permite desarrollar a cada uno su propia novela interior.
Es así, que la obra se torna en un conjunto de proyectos libertarios individuales, pero que entre ellos mismos se saben respetar y giran alrededor del proyecto del personaje principal. Pero la grandeza de la obra no se acaba ahí, va mucho más allá, pues al estar divida en dos partes, no da la posibilidad de ver cómo los personajes viven una primera etapa, en la que plasman todos sus sueños libertarios de comportamiento, para luego llegar a una segunda parte, en que el centro de la historia pasa a ser el reconocimiento de que el proyecto del personaje principal se agota. Y que por lo tantol, al darse cuenta de esto, da un nuevo giro a su novela personal de vida, para pasar a convertirse en un hombre completamente racional en comparación al de la primera etapa.
“La libertad tiene que ver con la capacidad de hacer cosas de diferente tipo. La capacidad genérica es denominada libertad potencial; la capacidad de hacer u omitir acciones concretas (individuales), libertad real. La libertad real de un agente depende del número de restricciones que hay sobre su libertad potencial. Estas restricciones son internas y externas y afectan tanto a las acciones como a las omisiones (Henrik von Wright: 2002).”
Dicho argumento cobra mayor significado con la segunda parte de la obra, en la que el Quijote se presenta de manera racional a hacer un balance de sus libres acciones ante el resto de personajes, para lo que acepta en primer lugar que su proyecto respondió a un estímulo personal, que lo hizo desarrollar toda una historia paralela en vida.
Luego hace una especie de acto de contrición, para pasar a aceptar que tal vez estaba equivocado en dicho proyecto, pero que fueron ellos (el resto de personajes), quienes de manera libre, decidieron acompañarlo en dicho sueño, por lo que ambos lados saben aceptar los resultados finales.
Es ese punto, el que le da, ese toque especial que caracteriza a la obra, pues dentro de toda la locura que se pueda apreciar en el Quijote, éste acto simboliza el asumir la libertad de una manera responsable, asumiendo todas las responsabilidades que esto implica.
“No es necesario que seamos almas inmateriales al estilo antiguo para estar a la altura de nuestras esperanzas, nuestras aspiraciones como seres morales cuyos actos y cuyas vidas importan no dependen en absoluto de si nuestras mentes obedecen o no a unas leyes físicas enteramente distintas al resto de la naturaleza. La imagen de nosotros mismos que podemos extraer de la ciencia puede ayudarnos a asentar nuestras vidas morales sobre nuevos y mejores fundamentos, y, una vez comprendamos en qué consiste nuestra libertad, estaremos en una posición mucho mejor para protegerla frente a las amenazas genuinas que a menudos somos incapaces de reconocer (Dennett: 2004).”
Por tal razón, podríamos decir que al aceptar el Quijote que su proyecto de sueño de libertad no había podido ser cumplido, es una especie de protección de su misma libertad, pues de no ser así, los personajes que lo acompañaron en su aventura, no hubiesen podido descubrir al hombre moral que la libertad desarrolló en el Quijote, y que a pesar del no éxito del proyecto, lo siguen acompañando en su sueño de libertad. Sueño que, aunque ellos ya no lo vean posible, el personaje central lo puede seguir desarrollando dentro de los límites que la novela misma se plantea en su segunda parte, y que hace del Quijote, un hombre libre en toda su dimensión. Pues tiene la capacidad de advertir los errores a los que lo llevó la libertad. Pero dicha advertencia, sólo se puede dar en un ámbito de libertad pura, como la alcanzada por dicho personaje.
Por último, podríamos decir hay una conexión muy fuerte, entre el hombre moral y el hombre libre, que es lo que da tremenda talla al Quijote, y que en palabras de Charles Taylor en La libertad de los modernos podemos encontrar muy claramente:
“Hay por tanto una convergencia de varias cosas. En primer lugar, un temperamento moral que exalta las cuestiones de benevolencia y la justicia por encima de todas las demás, aun al extremo de convertirlas en la suma de la «moralidad» propiamente dicha; luego, una concentración correlativa en nuestras obligaciones hace los otros: la moralidad tiene que ver con el «deber» (Taylor:2005).”
Estos elementos son los que hacen del Quijote, tan universal personaje, pues él nos demuestra que si se puede concebir una libertad que incluya el respeto del otro como deber, que es al final lo que hace del hombre verdaderamente libre, un hombre que por encima de todo, es un hombre moral. Y dicha conjunción de elementos sigue siendo, a pesar del tiempo, una gran opción de modelo a seguir.
El populismo es un sistema que intenta saltar todo tipo de representación que pueda existir entre el gobierno y los ciudadanos (llamados pueblo), haciendo así que aparezca un clima bipolar que divida el espacio político entre los que están con el pueblo y los que están contra él.
Esto hace que el gobierno de turno ponga junto a él al pueblo y contra el pueblo, a todo medio de presentación o actor político que, al no ser del gobierno, se convierte automáticamente en enemigo del pueblo. El populismo busca debilitar los mecanismos y las instituciones verdaderamente representativas, para dar primacía al vínculo presuntamente “directo” –en realidad personalista y vertical– entre gobernante y gobernados.
En un régimen representativo, una de las características fundamentales del populismo, es que quien lo quiera implementar, se haga del gobierno con un discurso populista, mediante el cual irá creando las condiciones necesarias para que se dé el clima bipolar sobre el que se desarrollará. Vale comentar que el populismo no se puede encasillar como de derecha o de izquierda, pues al ser una manera de desarrollar el gobierno, puede ser utilizado tanto por las izquierdas como por las derechas.
Este sistema de gobierno, sirve en muchos casos para insertar dentro del sistema político establecido a sectores que han ido quedando marginados, ya sea por cuestiones económicas, culturales o políticas; lo que hace que siendo estos sectores marginados o excluidos, no cuenten con representantes políticos que velen por sus intereses de manera institucional, creando así un vínculo directo con el gobierno, al que reconocerán como su único interlocutor válido.
Por estos motivos, no se puede hacer un juicio valorativo sobre el populismo, pues al servir para incluir sectores excluidos, dependerá del gobierno de turno el uso que se le quiera dar al populismo, y los fines a los que se quiera llegar mediante esta especie de herramienta.
Y por todo lo mencionado anteriormente, es que los fenómenos populistas tienen un continuo resurgimiento en América Latina, pues al ser un continente con grandes abismos económicos y sociales, lo que se traduce en grandes sectores que con el paso del tiempo van quedado excluidos, se ve en el populismo al gran fenómeno que hará posible que dichos sectores puedan por fin ser incluidos y estar representados en el sistema. Además habría que observar como las distintas olas populistas en el continente se han dado tras periodos de crisis o económica o social.
En el caso del populismo clásico podríamos hablar de la gran masa obrera argentina, que al ser hija del proceso modernizador de los años 30s y 40s, no pudo encontrar los mecanismos posibles para insertarse en el sistema, lo que le dejo las puertas abiertas al peronismo para que se convierta en el gran canalizador y representante de dicha masa.
De igual forma sucedió con el caso de Fujimori en el Perú, el cual pasó a representar desde su misma figura, a diversos sectores que no habían podido ser insertados ni representados de manera adecuada por la clase política de la época, que había llevado al país al borde de la quiebra. Muy similar además al caso de Hugo Chávez en Venezuela, quien representa a toda una gran masa popular, que gracias a él, recién se siente incluida y representada dentro del sistema político.
Estos tres casos, son el ejemplo más claro de lo que es el populismo y el porqué de su constante resurgimiento, pues como hemos visto puede adoptar distintos colores políticos y hasta ideológicos. Porque sobre todo, aparece para llenar los vacíos que las instituciones no han sabido incorporar, pues el poco desarrollo institucional del continente, será un terreno fértil para la aparición del populismo.
(*)Dedicado a la poeta huanuqueña del mejor olor a teta
Desde los tiempo más remotos, el olfato ha sido uno de los sentidos más importantes para la supervivencia humana, por lo que podríamos decir, que del olfato nace tal vez la raíz más primitiva de nuestra vida emocional. Esto gracias al lóbulo olfativo, el cual es el encargado de interpretar las aferencias sensoriales de las terminaciones nerviosas de los receptores estimulados por los olores.
Además, desde sus etapas más rudimentarias, el centro olfativo estuvo compuesto por capas de neuronas reunidas para analizar cada olor percibido. La primera de estas capas, es la que toma lo que se huele para separarlo por categorías como: comestible, peligroso, venenoso, sexualmente accesible, etc.
Y la segunda de estas capas, es la que envía los mensajes más reflexivos a todo el sistema nervioso, indicando así la manera en que habrá de reaccionar frente a ellos, como: huir, perseguir, morder, escupir, etc. Por ello, es que los olores llevan encriptados distintos mensajes, los cuales podrán ser interpretados, según el historial vivido individualmente, y según las sensaciones y emociones que nos evoquen de diversas experiencias pasadas.
Siendo así, podemos encontrar en el caso de los mamíferos un claro ejemplo de la importancia del olfato, pues la mayoría de animales de esta especie, cuenta con el olfato como única guía cuando llega a la vida, debido a que tarda un tiempo en adaptar su vista y oído a los nuevos estímulos de la vida diaria.
Esto hará que la seguridad y alimento que busque los primeros días de su vida, lo haga a través del olfato y, siendo las mamas donde encontrará cobijo y alimento para sobrevivir a los primeros días de contacto con el mundo exterior, es que desarrollará con ellas un fuerte vínculo, el cual se mantendrá igual de fuerte una vez acabada la etapa de lactancia, ya que por el resto de su vida le rememorarán siempre la sensación de cobijo y de manutención que le dio por medio en sus primeros días.
En el caso de los humanos, tendremos así, en el olor a teta, un olor crucial para el desarrollo de nuestra vida, pues el olor que de ellas emanan nos recordará y nos hará verlas siempre como fuente de vida. Así, siempre buscaremos encontrar en ellas ese olor que tenga la capacidad de hacernos sentir esa sensación de cobijo y alimento.
Situación que se repite de manera similar a la hora en que uno busca una pareja sentimental o sexual. Pues en el caso de establecer un vínculo sentimental, uno de manera tácita busca una persona con la cual sentirse seguro y cobijado, como cuando un recién nacido se cobija en los pechos de la madre.
De igual modo, dentro de los instintos animales que se despiertan con el acto sexual, uno busca, también de manera tácita, que la pareja con quien ensayará el acto reproductivo sea la pareja ideal para concebir una vida, que es la finalidad del acto sexual dentro del instinto de supervivencia de la especie. Por lo que el olor a teta, vuelve a ser fundamental, pues dependerá de las emociones y sentimientos que de los senos de la pareja puede uno sentir, y que harán que uno decida si son los ideales para cobijar a la nueva vida que se busca crear inconscientemente.
Así, será el encuentro de ese olor único, que nos guió en los primeros momentos de la vida, la clave fundamental en la elección de la pareja, pues tendrá que ser un olor que nos permita percibir el mismo tipo de sensación vital que percibimos en un inicio.
Al final, será el olor a teta el que decida en la elección de la pareja, pues se buscará de manera inconsciente y natural, encontrar aquel rico olor de pecho, que simbolizó nuestro primer refugio y contacto, por lo que no habrá lugar a sentirse atraído por unos pechos cuyo olor no nos haga rememorar dichas sensaciones, pues tiene que ser un olor especial, uno que nos guste porque mediante su gusto nos advierte de unos buenos pechos, como aquellos que nos hicieron ser.
Alan García no solamente termina su tercer periodo como presidente, sino que además es el presidente que entrega al Perú al cumplimiento de sus doscientos años de vida. Es cierto, hemos madurado y hemos avanzado mucho, pero seguimos siendo un país joven y eso se nota en nuestras instituciones, ellas siguen siendo tan impúberes, débiles e indefensas, parecieran nunca lograr sacar cuerpo.
Y es que el panorama con el que entramos al inicio de nuestra tercera centuria, a pesar de los grandes avances en materia económica, sigue siendo, como lo ha sido a lo largo de los años que como nación tenemos, incierto.
Recordemos no más la llegada de García a su tercer mandato. Y es que tras el gobierno de Ollanta Humala, el Perú siguió siendo el mismo, el proyecto nacionalista en alianza con la autodenominada izquierda socialista o marxista peruana, fue como todo los proyectos de estos grupos, una gran estafa. No llegó nunca el cambio social, la redistribución terminó restringiéndose a una gran billetera estatal, aunque dejando grandes inyecciones de dinero donde estallaba algún conflicto social, lo que sólo generó mayor corrupción y empoderamiento a favor de pequeñas élites económicas regionales. Teniendo además, por encima de todo, la sensación de estar bajo el lenguaje de cuartel, muy característico del presidente nacionalista.
Ollanta nunca se acordó de Diez Canseco y compañía, prefirió al más puro estilo toledista hablar de la gobernabilidad para aliarse con otra gente. Los izquierdosos progres se acomodaron rápidamente en la burocracia estatal, tal como sucedió en el gobierno de Perú Posible en el 2001-2006 y en el transitorio que encabezó Paniagua el 2000, olvidándose así, de todos sus reclamos, por un plato de lentejas. Los chicos ex PUM (ex BM, ex BID, ex PNUD, ex FMI), se cansaron rápidamente de ser parte de la comidilla pública y jamás pudieron cumplir su promesa de poner a García tras las rejas.
Lo único que hicieron fue relanzarlo a la palestra nacional como jefe de la oposición, al defenderse éste de manera espectacular en el antejuicio que se le hizo en el parlamento nacional, en dónde desarmó todo tipo de acusación en su contra. Además, le dieron a García el motivo perfecto para empezar una depuración partidaria debido a los escándalos de corrupción encontrados, de los que García fue el único que siempre salió bien librado, perfilando así el APRA a su imagen y semejanza, para que sea nuevamente su maquinaria electoral.
La derecha siguió haciendo política desde sus medios de comunicación y sus sindicatos empresariales. Los militares intentaron amagar, pero Ollanta acomodó rápidamente a los oficiales de su promoción y les dio una jugosa chequera para reflotar a las Fuerzas Armadas y así cuidarnos del fantasma chileno, muy presente en los sueños mojados del ex comandante.
Así el campo quedó libre para elegir nuevamente al menos peor, como dicen los huachafos, en la segunda vuelta del 2016. Nuevamente Keiko Fujimori volvía a rozar la presidencia, pero esta vez, era el gran “cuco” García su oponente, y el que terminaría quemando nuevamente el sueño de volver a los fujimoristas. Cosas curiosas, muchos se volvieron a tapar la nariz para ir a votar y más chistoso aún fue ver cómo el grupo “No a Alan”, encargado de impedir que García volviese al poder nuevamente, terminó votando por Alan, con tal de no votar por Keiko.
El tercer gobierno de García empezó entonces como también empezó el segundo, sin luna de miel y con muchos anticuerpos. Pero esta vez García tenía la cancha libre, lo que quedaba de lo que alguna vez se llamó izquierda peruana era uno que otro dinosaurio barbón. Y ni qué decir de la derecha, que se alineó rápidamente para proteger sus intereses. Así García se dedicó a hacer lo que mejor sabe hacer, comunicar, convirtiéndose en el actor principal de la política peruana y en la mayoría de los casos en el único actor real capaz de solucionar problemas.
Y así comenzaron a correr los años de su gobierno, con un García más ágil, debido tal vez a la baja de peso que consiguió tras reducir su estómago antes de la campaña, y encima sin un rival al frente que lo pare. De este modo pasó a convertirse en una especie de abuelito de todos los peruanos, del que todo el mundo rajaba, pero que bien o mal siempre se hacía extrañar. Pero como todo buen abuelito, se olvidó también de muchas cosas, sobre todo, de las reformas que el Perú venía aguantando ya doscientos años. Prefiriendo así un gobierno engreidor en vez de transformador.
Al final de cuentas, la principal promesa de García estaba cumplida, había entrado en la historia. No solamente se convirtió en el presidente que más tiempo gobernó, sino que lo hizo democráticamente y no en periodos seguidos.
La otra gran promesa, no se cumplió, no se modernizó el Perú, no se incentivó el desarrollo de instituciones, mucho peor, el sueño presidencial de García destrozó la única institución política con la que contaba el país, pues del viejo partido de Haya de la Torre, sólo queda ya una pequeña fotografía de la cara de Haya de la Torre.
Me despierto y me preparo para ir a la universidad, ya en la universidad, en medio de una clase, recuerdo una de las miles de historias que me suele contar mi padre sobre la epopéyica vida que tuvo mi abuelo y de como ésta lo llevo a morir tuberculoso en la cárcel. Ya en la tarde de regreso a mi casa, decido ir a conocer “eso” que hizo palpitar el corazón de miles de peruanos que, como mi abuelo y muchos abuelos más de la democracia, sacrificaron toda una vida tranquila en familia por otra llena de avatares y que en muchos casos culminó en una trágica y valerosa muerte.
Llego al local del APRA, en la famosa “Avenida de los Pañuelos Blancos” y al ver esa casona antigua con decenas de personas que dialogan y van de un lugar a otro, me entra una sensación extraña, como de nostalgia, pues las ya míticas historias escuchadas comienzan a asomar como si fueran parte de mi propio pasado. Pero a la vez tengo un sensación de expectativa y alegría, por fin voy a conocer “La Casa del Pueblo”, por fin entenderé a que hay detrás de tanto “loco apro”, como algunos los llaman.
Una vez dentro comienzo a buscar jóvenes que me puedan contagiar esas ganas de luchar por algo, en vez de vivir padeciéndolo. Busco, busco y hasta que por fin encuentro en una sala a un conjunto de jóvenes, y por la acalorada forma en que conversan pareciera que estuviesen en un debate ideológico, así que decido entrar.
Pero no entiendo lo que discuten, no escucho nada sobre las tesis antiimperialistas del Viejo, de las que tanto hablaba mi abuelo y de las que ahora me conversa mi padre; al parecer discuten por la elección de unos cargos. En eso comienzan los insultos e improperios, se dan pequeños amagos de bronca y termina intempestivamente la reunión.
Salgo de la sala en la que estaba y camino por lo que llaman “el Pasaje Arévalo” y vuelvo a ver varios grupos de jóvenes, pero entre estos grupos se atacan, sigo sin poder encontrar a alguien para conversar y decirle que quisiera ser como aquellos personajes míticos que se atrevieron a tomar Trujillo, con el único grito de “pan con libertad”.
Entonces decido regresar a mi casa y rumbo a ella pienso en esas tres horas que perdí en ir a lo que los “compañeros” llaman “La Casa del Pueblo”. Una vez en casa no puedo dejar de pensar en lo que vi. Ahora, qué le diré a mi padre cuando me pregunte por mi primera experiencia en el APRA, prefiero intentar distraerme con cualquier cosa, pero no puedo así que decido dormir. Tendido en cama no consigo dormir, no puedo dejar de pensar en lo que vi, y simultáneamente me vienen a la mente las historias de Alfredo Tello, de Barreto, será eso por lo que tantos sacrificaron tanto, será eso por lo que mi padre se quedó huérfano a temprana edad.
No lo entiendo, mi abuelo murió preso acaso por buscar un cargo dentro del APRA o por luchar por la justicia social. Espero que no sea así, espero que solo haya sido que fui en un mal día, espero por la memoria de cientos de abuelos de la democracia y por el Perú, que lo que vi no es el día a día del acontecer en el APRA y que la segunda vez que vaya todo será diferente y me den ganas ser como todos aquellos hombres que entendieron su vida, como una sacerdocio cívico dedicado a la justicia social.
*Artículo publicado en www.lasopa.pe, único territorio libre de Indoamérica.
Un día nos llegó un fax que decía: renuncio. Y la sociedad civil organizada y vigilante se volcó a las calles del Perú a celebrar el triunfo de la democracia.
Otro día, varios años después, la democracia volvió a vencer por apenas 447 057 votos (7.937.704 votos contra 7.490.647) y las calles se volvieron a llenar de multitudes ardientes de democracia, que celebraban su triunfo.
Esto sólo pudo pasar gracias a la imaginación de varios grupos de personas, los cuales dieron la impresión de ser un disfuerzo social o un club de amigos.
Y eso es muy preocupante, porque se nos han pasado diez años de democracia y no hemos hecho nada, esta sigue igual de frágil e igual de artificial o como caída del cielo. Parece que no recordáramos que, efectivamente, el regreso a la democracia nos cayó del cielo. Qué el gran conquistador de la democracia fue el mismo Fujimori cuando amablemente nos la envió por fax, al mismo momento que enviaba su renuncia a la presidencia.
Tan similar como decir que los escasos 447 057 votos por los que perdió el fujimorismo, fácilmente podrían representar el famoso “matamos menos” y no un gran discurso de la decencia frente a la corrupción. Otra vez fue del fujimorismo mismo y no de otro lado, de donde vino su derrota.
Por tanto queda muy claro, que la segunda vuelta electoral que tuvimos volvió a mostrarnos nuestra fragilidad democrática, pues de qué democracia podemos hablar si no hubo partido político alguno en la disputa por la presidencia. Lo que al final nos llevó obviamente a escoger entre dos autoritarismos, uno de jerga “neoliberal” y otro de jerga “social”; es decir, la misma chola pero con diferente calzón.
Pero felizmente, ante la crisis de representación política en que nos encontramos, nuevamente la sociedad civil, ahora vigilante, saldrá a poner el pecho y asegurar el triunfo de la democracia, como lo hizo contra Fujimori en los 90s.
Porque la lucha contra el fujimorismo fue dura y pareja. ¿O no? Por favor, lo más grande que hubo contra Fujimori fue la marcha de los cuatro suyos, y estamos hablando máximo de ochenta mil personas, y no digo menos, porque yo también estuve ahí y quiero ser parte de ese mito que se tumbó a Fujimori. Otra cosa es que se vio una cantidad de gente en las calles como no se veía en años. Recordemos que cuando se dio el autogolpe del 92, no hubo nada articulado contra Fujimori. La clase política se descascaró como por arte de magia, el Apra demostró que sin Alan García no hace ni cosquillas, y ni qué decir de la sociedad civil, relegada a salir de vez en cuando a la Plaza de Armas con sus ñabateas (recipiente que se usa para el lavado de banderas y sábanas, promocionado por una conocida marga de detergente).
Tan representativa como democrática y masiva fue también la marcha por la democracia o anti Keiko, que parecía más una victoria pírrica, de quince mil personas aproximadamente, juntas por la democracia contra una candidata, que en elecciones limpias y democráticas representaba nada menos que al 23% de la población, que democráticamente había votado por ella.
Y otra vez también nuestra clase política intentando ya no nadar, aunque sea flotar, para no morir ahogada en su propio mar de vanidades. Otra vez como hace diez años, no hay partidos políticos. El Apra ahora puso como pretexto que Alan García está gobernando y que volverá a salvar a lo último parecido que tenemos en el Perú a un partido político una vez acabado su mandato. De la misma manera estuvieron esperando que regresara del exilio para salvarlos. Es cierto, Alan García volvió y el Apra volvió a llegar al poder (o algo parecido), lo que si no sé es si eso lo ha salvado o lo ha ahogado más.
Nos queda entonces, nuevamente el fujimorismo, poniendo la agenda, como la puso para el regreso a la democracia. Pues fue el vladivideo lo que hizo que Fujimori mandará su renuncia por fax, así como fue el Congreso con mayoría fujimorista el que eligió a Valentín Paniagua como presidente transitorio.
Tenemos entonces que agradecerle a Trelles su “matamos menos”, si es que a alguien hay que agradecerle la derrota de Keiko Fujimori, del mismo modo que tenemos que agradecerle al vladivideo el regreso de la democracia. Otra vez, ahora en el 2011, como aquella vez en el 2000, tenemos que agradecerle al fujimorismo haberse tumbado al fujimorismo.
No esperemos al 2016 a que el fujimorismo se vuelva a entrometer en el camino al triunfo del fujimorismo, pues no hay instituciones a la vista que lo puedan hacer. La autodenominada izquierda sigue igual de ciega que la derecha, y el aprismo está muy flaco a la vez que Alan está muy gordo. Encima nuestra sociedad civil ahora quiere ser guachimán. Hagamos algo para que tanto la clase política como la sociedad civil estén a la altura de lo necesitado. Demostremos que nuestra memoria va más allá de diez años y que la reconciliación o es con todos o no es reconciliación.
Al fin de la elección, y muerto ya el Partido, vino hacia él un dirigente y le dijo: "El Apra nunca muere" Pero el Partido ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron los dos secretarios generales y repitiéronle: "El Apra nunca muere" Pero el Partido ¡ay! siguió muriendo.
Acudió a él todo el comité ejecutivo nacional, clamando: "El Apra nunca muere" Pero el Partido ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon todos los miembros de la comisión política, con un ruego común: "El Apra nunca muere" Pero el Partido ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los apristas de corazón, sin cargo de por medio, con carné y sin carné le rodearon; les vio el Partido triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al primer compañero; echóse a andar...
*Perdónanos Vallejo, pero todos tenemos Marías que se van.
La lucha por la justicia es tan antigua como la vida en sociedad, pues desde que los seres humanos tienen la necesidad de compartir su espacio con otros, surge también la necesidad de normar este entendimiento, al que entendemos como la convivencia.
Y lo que también encontramos en los inicios más primitivos de las religiones, antes que rendirle culto a un ser superior, es sobre todo, un primer intento para hacer de esta convivencia, una relación de respeto mutuo entre todos sus miembros.
Siendo así, es que encontramos a los hoy conocidos como profetas, como los encargados de esta búsqueda de la convivencia en armonía. Pero estos profetas no fueron futurólogos o adivinadores, fueron personas que se dedicaron a observar y a estudiar a la comunidad en que se desarrollaban, para así denunciar lo que se estaba haciendo bien o mal, y por tal, estar preparados para las consecuencias futuras de dichos actos.
Es por ello, que la vigencia de sus denuncias es muy relativa, y que dependen en todo caso, del tema que abarquen, pues fueron dadas en un espacio-tiempo distinto del que ahora se hacen sus lecturas. Es como que queramos argumentar o defender ideas que ya fueron superadas, puesto que sería un ejercicio forzado y sin mayor lógica argumentativa, que nos llevaría a una especie de aporía, pues no tendríamos como llegar a una solución ya encontrada.
Pero por otro lado, tenemos que dichos profetas, al observar y estudiar sociedades tan humanas como las actuales, supieron denunciar comportamientos comunes al ser humano a lo largo de su historia, y es deber de quien los lee, tener la suficiente sensibilidad y sensatez para saberlos interpretar según el tiempo en que se estén repitiendo, pues si bien siguen representando viejos vicios, lo hacen de formas distintas, tal vez antagónicas para su tiempo y sobre todo bajo otro código de valores.
Entonces, tenemos que rescatar de los profetas, su agudeza para convertirse en los primeros científicos sociales de la historia. Y por tal, tenemos que hacer un ejercicio similar al que ellos hicieron, si es que lo que realmente queremos es comprender su real magnitud, para no caer en lecturas necias que solo nos llevaran por el camino equivocado de volver a cometer los mismos errores denunciados por la historia.